Es muy pretencioso poner un nombre de mujer a un libro de apenas 400 páginas.
Es muy pretencioso poner un solo nombre a una obra. Por eso los autores de siglos pasados usaban dos o un subtítulo.
Es pretencioso encontrar el adjetivo perfecto. Así como a la pareja perfecta. Sin embargo, podemos hacer un esfuerzo de atracción y compatibilidad en ambos casos. Y la labor de selección pasa por equivocarse; uno tiene toda la vida para ello.
Es pretencioso encontrar la novela lavadora: un centrifugado tal que cuando se acaba de leer se tiene que dejar secar lo leído para ponérselo más tarde. Y lo mejor de todo: es relavable y nunca encoge.
Es pretencioso creerse un crítico literario. Todos llevamos uno dentro, como también una bestia. A veces ambos se unen.
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