Ya no temo los sauces ardiendo, ni los sueños con Kafka. Ni las nubes de algodón.
¿De qué me sirvió nunca la suerte? Miscelánea de recuerdos nocturnos embutidos.
Ya no me llaman por error. Lástima, les diría todo esto. Así que sin más, me escondo con este fuerte olor a amoníaco.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment