Sunday, March 18, 2007

CUANDO INHUMADO Y EXHUMADO CAMBIAN DE SIGNIFICADO

Camino por la calle contento, quizá será por el secreto que guardo en mi bolsillo derecho del pantalón. O por ese otro que no sé dónde demonios he metido, pero que noto su presencia como una migraña.
Los ojos me hacen luz. Y deslumbro al sol de esta primavera tan estresada que se empeña en llegar antes de tiempo a todos los sitios. Ando en un aire enrarecido (porque a veces ni levito ni floto, sino que ando por el aire) escuchando rumbas en mi cabeza, como parte de un buen-rollito del que no tengo ni culpa, ni justificación, ni tomo parte.
Por las calles de los Mercedes y los Audis deambulo con mi bolsa de mano. El gesto serio, contenido por si acaso, que no noten lo que me escondo dentro. Y con un calor de 25 grados Celsius puedo decir que me sigue oliendo a humedad, de las goteras que poco a poco se van abriendo paso entre mis dientes. Es un olor tan fuerte, constante y preciso, que a medida que camino me impregno de él como de una fragancia barata y de litro. Es el olor de la baba goteando ente mis dientes, recorriéndome el mentón. Es la misma baba con la que me lío los cigarros y con la que los sujeto sobre el labio inferior (el único que tengo) La misma mala baba que me da de vez en cuando y la misma que a veces se me cae.

Desciendo por las calles de los comercios sin tener nada que hacer. Deambulo entre escaparates que observo para ver mi sonrisa reflejada en ellos y verificar que de verdad soy feliz.

Todo ello me ocurre cuando inhumado y exhumado cambian de significado.

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