Thursday, March 30, 2006

LA ABUELA

Tenía las cejas muy finas, así como pintadas con lápiz. Las mejillas rojas, quizá demasiado. Y un lunar sobre una de ellas, pintado con un pulso tambaleante. Peinaba canas escondidas bajo un tinte de peluquería. Antes, sin duda, había sido guapa. Muy guapa. Pero la edad no tiene clemencia, incluso con las ex actrices. Ni siquiera con aquellos que pasaron la guerra o la postguerra.
Al fumar y al beber dejaba la marca de carmín tatuada en el cigarro y en la copa. Ella solía decir a sus nietos que era una forma de regalar besos. Tenía muchas cosas así. Sus dichos particulares que quedaron en su familia, su forma de expresarse, sus juegos re-sabidos y repetidos hasta la extenuación, sus grandes historias y "batallitas" sobre lo cotidiano, que ella engrandecía.
Un día se fue, com ya había avisado, pero siguió (y sigue) cierto tiempo con ellos. Quizá para la siguiente generación ya no sea nadie, pero para ellos fue todo.

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