Wednesday, June 14, 2006

EN EL TEJADO


Parece que la noche va a parir. Morado el cielo, quizá el juicio llegó con retraso, como casi todo en esta vida. Como las cartas esperadas, las palabras precisas, la gente a la que echas de menos, los trenes que tienes que coger con urgencia...
¿Y dónde andará perdida por esas calles? Le preguntó a las tejas sobre las que estaba sentado, pero ellas sólo miran al cielo, y a pesar de ángel, prefiere caminar. Además, va de incógnito, disfrazada a veces de hada, a veces de sombra, a veces de campanilla y otras formas más sutiles. Por muy alto que se esté, el ojo humano no conseguirá atraparla. Y si el ojo no puede, menos la mano, siempre mucho más torpe y lenta. De este temblor prisionera, de frío, miedo y mil cosas más.

¿Por dónde se oculta el sol cuando estás aquí? Dejando de robar orejas a los conejos que se pintan en folios de apuntes. Quien dice folios dice en el cielo. Pintando en las nubes con los dedos una serie de figuras, no siempre figurativas. Esta noche no hay estrellas en el cielo, habrán bajado para buscar en cualquier cantina todo lo que el sol, la luna y las nubes no les pudieron ofrecer.
-Amar demasiado está mal recompensado, se dice. Pero el tejado parece un buen lugar para esperar, siempre que no llueva. Si llueve esperaría aún así mil horas, como Andrés, para que luego dijera: "loco, estás mojado, ya no te quiero".
Ahí sigue esa gárgola humana, perenne. El gato racional, aunque a veces no lo parezca. Y, lo que es peor de todo, no tiene una mísera almohada para pasar esta noche, sabiendo que serán muchas noches más para maullar al vacío morado.

1 comment:

Uqbar said...

Tal vez por eso Gardel prefería un gato de porcelana, así no maullaba al amor...